Desde sus inicios, el martillo estaba constituido por dos partes bien diferenciadas, la cabeza y el mango.
La cabeza podía ser de un material compacto como maderas duras, piedras o metales, su misión obvia era golpear y compactar.
Con el tiempo es la parte que más ha evolucionado en materiales y diseño: ahora incluye un ojo donde se aloja el mango, y se divide en dos partes que mantienen el equilibrio.
El diseño de la cabeza se ha ido especializando para dar un mejor uso a su destino: martillos de carpintero, para herreros, albañiles o plateros, entre otros oficios.
El mango tenía la función de dirigir el golpe y también de absorber las vibraciones propias del golpe. En sus orígenes solía ser de madera, pero hoy podemos encontrar otros tipos de materiales y compuestos plásticos, que mejoran el agarre y resultan más confortables en su uso diario.